Podium
En este episodio del podcast te comparto una reflexión que surgió después de ver —por segunda vez— un documental sobre las cinco grandes extinciones masivas que ha enfrentado el planeta Tierra. Al contemplar cómo nuestro planeta ha logrado recuperarse de eventos catastróficos que llegaron a borrar hasta el 90% de las especies, tanto marinas como terrestres, no puedo dejar de maravillarme ante la potencia de la vida. Una fuerza resiliente, inquebrantable, que siempre encuentra caminos para continuar. Y entonces me pregunto: ¿cómo olvidar que los seres humanos no estamos al margen de esa potencia? No somos algo separado de ella. Somos esa misma potencia hecha carne, pensamiento y acción.
Hoy quiero invitarte a una conversación muy distinta a las que usualmente tenemos aquí, pero profundamente conectada con el corazón de este podcast. Hablé con Juan Ricardo Aparicio, docente de la Universidad de los Andes, sobre lo que está ocurriendo en Gaza. Una situación que nos confronta con algo que atraviesa todos los temas que hemos explorado: cómo algunos cuerpos son vistos como dignos de cuidado, de duelo y de vida, mientras que otros son desechados, invisibilizados o considerados sacrificables.Esta es una reflexión de revisión historica, pero también sobre cómo se jerarquiza el valor de los cuerpos en nuestro mundo.
En este episodio del podcast Yo debería ser flaca hablo sobre la felicidad: qué es, de qué está compuesta y qué no es. Me apoyo en el trabajo de la psicóloga Laurie Santos, quien se dedica a investigar y proponer abordajes concretos y aplicables para cultivar la felicidad.Con frecuencia, la felicidad se entiende como una fantasía inalcanzable, un estado permanente de emociones positivas al que solo unos pocos logran acceder. Pero eso no es la felicidad. No es una realidad posible para el ser humano. El paquete de la experiencia humana siempre incluye dificultad y retos; y eso no constituye un obstáculo para la felicidad.Además, este episodio gira en torno a una idea central: la importancia de ralentizar. Ir más despacio, entrenar el músculo de la atención y aprender a habitar el momento presente son habilidades que se entrelazan con nuestra capacidad de cultivar felicidad.