Podium
En este episodio del podcast Yo debería ser flaca abordo una idea que ha rondado mi cabeza en los últimos meses y que he visto repetirse en varias publicaciones: la afirmación de que el movimiento de la aceptación corporal ya no es necesario o que ha fracasado. Que, supuestamente, en la era de Ozempic y los GLP-1 ya no necesitamos movilizarnos para aprender a relacionarnos con nuestro cuerpo tal como es.Yo no lo creo así. De hecho, estoy convencida de que el movimiento de la aceptación corporal, la diversidad corporal y el activismo antigordofobia son más necesarios que nunca. La violencia estética no ha disminuido; al contrario, se ha intensificado hasta dar lugar a nuevas formas de malestar y desórdenes, como la cosmeticorexia, la obsesión por el cuidado de la piel.Más que nunca, necesitamos seguir hablando de diversidad corporal y reclamar nuestro cuerpo como legítimo, justo como es.
En este episodio del podcast Yo debería ser flaca converso con Juana Vélez, una estimada consultante que me buscó hace unos meses porque sentía el malestar de una relación con la comida que la hacía sentirse inadecuada. Ese fue uno de los ejes principales de nuestro trabajo juntas: no solo reconectar con su capacidad innata de autorregularse con la comida, sino también reconocerse como adecuada, suficiente y parte de la experiencia humana. Nada en ella estaba roto o funcionaba mal, y comprender esto —para ella y para cualquiera de nosotros— transforma la manera en que nos permitimos vivir nuestra humanidad: una experiencia que nunca será perfecta, pero que está llena de posibilidades.
En este episodio del podcast te comparto una reflexión que surgió después de ver —por segunda vez— un documental sobre las cinco grandes extinciones masivas que ha enfrentado el planeta Tierra. Al contemplar cómo nuestro planeta ha logrado recuperarse de eventos catastróficos que llegaron a borrar hasta el 90% de las especies, tanto marinas como terrestres, no puedo dejar de maravillarme ante la potencia de la vida. Una fuerza resiliente, inquebrantable, que siempre encuentra caminos para continuar. Y entonces me pregunto: ¿cómo olvidar que los seres humanos no estamos al margen de esa potencia? No somos algo separado de ella. Somos esa misma potencia hecha carne, pensamiento y acción.