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Alana S. Portero lleva más de un año saboreando el éxito. Desde que se publicó su primer libro, 'La mala costumbre', no ha dejado de recibir halagos, aunque ella reconoce que cuando empezó a juntar letras de niña no lo hizo pensando en convertirse en escritora, sino en darle rienda a una necesidad, "un camino absolutamente natural", como ella misma lo define en 'El Faro'. Portero encontró en la Literatura una suerte de refugio, "un lugar que habitar, en el que yo podía escribir cualquier cosa porque no se lo enseñaba a nadie". De ese refugio es de donde surge un libro, escrito en primera persona, de "autoficción", sobre una niña trans que vive en el barrio de San Blas, en Madrid, en los años 80.
Hay una foto de su infancia que Jesús Carmona recuerda perfectamente: "Tenía tres o cuatro años. Mi madre le pidió la cámara de fotos a la vecina y me dijo que me iba a echar una foto. Yo, de forma natural, levanté una mano y me coloqué", cuenta en El Faro mientras hace el gesto propio de bailar una sevillana. "Yo no bailaba, no había empezado todavía las clases. Cuando veo esa foto siempre pienso: 'Madre mía". Carmona lleva desde los 9 años dedicado al arte de bailar. Recibió el Premio Nacional de Danza en 2020 y el Premio Benois en 2021, considerado el Óscar de la danza, pero todavía no se explica cómo llegó el flamenco a él, si en su familia nadie se escuchaba ni se había formado en este género. "Para mí bailar era algo instintivo, más animal que cerebral", asegura. Como seudónimo ha elegido 'danzaor', que es la palabra que mejor define a alguien que nunca ha sabido responder cuando le han preguntado si era bailarín o bailaor.
La actriz de 'Vida perfecta', 'La virgen roja' y 'La chica de nieve' repasa su trayectoria junto a Mara Torres, marcada en sus orígenes por sus lorquianas tías, las telenovelas mexicanas y la Telefunken
Desde que Dani Rovira dio el salto a la fama con 'Ocho apellidos vascos', su primera película, se ha enfrentado a un público muy diverso: el que va a verlo a sus monólogos, el de las salas de cine o el que juzgó su papel como presentador en tres galas de los Premios Goya. Pero ninguno tan complicado como su abuelo paterno. A él, cuenta en 'El Faro', le debe haberse dedicado al humor: "Era un tío serio. Mi madre contaba que no se podían reír en la mesa y él nunca se reía en público, hasta que llegamos mi hermano pequeño y yo, que siempre estábamos haciendo el imbécil, y un día el abuelo se rió".