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A Ahmed Younoussi le gustaría volver a encontrarse con ese niño de 8 años que soñaba con poder caminar sobre el mar, que se aferraba a su pelota de fútbol como lo que era, su único vínculo con la infancia, y que de vez en cuando iba a comer natillas con Ana, la monja que cuidaba de los niños que vagaban por las calles de Ceuta. Su historia es la de muchos migrantes que llegan a nuestras costas, con la diferencia que la suya ha llegado al teatro. 14.4 son los kilómetros que separan la costa de África de España y el título del monólogo dirigido por Sergio Peris-Mencheta y protagonizado por él, Ahmed Younoussi
Hay una foto de su infancia que Jesús Carmona recuerda perfectamente: "Tenía tres o cuatro años. Mi madre le pidió la cámara de fotos a la vecina y me dijo que me iba a echar una foto. Yo, de forma natural, levanté una mano y me coloqué", cuenta en El Faro mientras hace el gesto propio de bailar una sevillana. "Yo no bailaba, no había empezado todavía las clases. Cuando veo esa foto siempre pienso: 'Madre mía". Carmona lleva desde los 9 años dedicado al arte de bailar. Recibió el Premio Nacional de Danza en 2020 y el Premio Benois en 2021, considerado el Óscar de la danza, pero todavía no se explica cómo llegó el flamenco a él, si en su familia nadie se escuchaba ni se había formado en este género. "Para mí bailar era algo instintivo, más animal que cerebral", asegura. Como seudónimo ha elegido 'danzaor', que es la palabra que mejor define a alguien que nunca ha sabido responder cuando le han preguntado si era bailarín o bailaor.
La actriz de 'Vida perfecta', 'La virgen roja' y 'La chica de nieve' repasa su trayectoria junto a Mara Torres, marcada en sus orígenes por sus lorquianas tías, las telenovelas mexicanas y la Telefunken
Desde que Dani Rovira dio el salto a la fama con 'Ocho apellidos vascos', su primera película, se ha enfrentado a un público muy diverso: el que va a verlo a sus monólogos, el de las salas de cine o el que juzgó su papel como presentador en tres galas de los Premios Goya. Pero ninguno tan complicado como su abuelo paterno. A él, cuenta en 'El Faro', le debe haberse dedicado al humor: "Era un tío serio. Mi madre contaba que no se podían reír en la mesa y él nunca se reía en público, hasta que llegamos mi hermano pequeño y yo, que siempre estábamos haciendo el imbécil, y un día el abuelo se rió".