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No sé qué me ha pasado en 2024, pero he vuelto a recaer en el vicio de pagar una cuota mensual para andar sin ir a ningún lado o tragar peso, es completamente inútiles. Yo quisiera hacer ejercicio como antes, con una finalidad, un objetivo, ya sea cultivar un huerto o jugar al pilla pilla. Pero claro, sería un poco raro ponerme ahora a perseguir a gente en el centro de Barcelona.
Feijóo trabaja con esmero en esa enmienda a la totalidad, pero basar tu futuro en la destrucción del contrario no es suficiente tarjeta de presentación. En el otro lado, Pedro Sánchez y los suyos, incluido el Fiscal General del Estado, quieren resistir. Ese es el proyecto y el día a día de la política se ha convertido en es derribar o resistir. Entre todos, la democracia se va degradando en España y rebajando a una práctica en la que es imposible avanzar porque de lo que se trata es de demoler o aguantar.
La casualidad ha querido que el mismo día en que se produce un extraordinario terremoto en la península rusa de Kamchatka, al otro lado del mundo, la jueza que instruye en sumario sobre los 228 fallecidos registrados trasladada de Valencia haya hecho un auto demoledor. Evidentemente no hay ninguna conexión entre ambos fenómenos y, De hecho, hay algo que les separa de una forma dramática. Lo malo es que para ese aprendizaje ha sido necesarios dos centenares largos de fallecidos.
El mes de julio termina en el cenit de los despropósitos de este curso político. La destrucción del pueblo palestino en Gaza y la claudicación de von der Leyen ante Trump ya no dan margen para mirar a otra parte y ponen la vista de todos ante una evidencia trágica. Se ha necesitado el peso abrumador de imágenes insoportables para que Macron, Sánchez o Starmer osaran decir tímidamente las cosas por su nombre.